INFIDELIDAD VIRTUAL: ENGAÑOS DIGITALES CON CONSECUENCIAS REALES


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Según datos de Internet World Stats (2022), se calcula que en el año 1995 los usuarios de Internet ascendían a la cifra de 16 millones de personas lo cual representaba un 0,4% de la población mundial de ese momento. En la actualidad los usuarios rondarían los 5.382 millones lo cual representa aproximadamente el 67% de la población del mundo.

En el siglo XXI Internet y las redes sociales han transformando nuestras vidas y con ello nuestros comportamientos y formas de vinculación social.
Esta revolución a escala planetaria solo es comparable a lo sucedido en el siglo XV con la invención de la imprenta, la máquina de vapor en el siglo XVIII o la invención del telégrafo en el siglo XIX. Cada uno de estos avances tecnológicos provocó cambios y disrupciones a nivel socio-relacional afectando al mundo entero.
Desde sus orígenes, en la década de los 60’ del siglo pasado, Internet no ha parado de crecer y desarrollarse encontrándose presente en prácticamente todos los aspectos de la vida humana.

We Are Social
, una agencia creativa especializada en contenidos digitales en asociación con Hootsuit, líder en gestión de redes sociales presentan todos los años un informe denominado.  Digital Global Overview Report que muestra los avances y tendencias de Internet a nivel mundial.

En el Digital 2022 Global Overview Report (2022) se expuso que el tiempo promedio diario dedicado al uso de Internet es de casi 7 horas por usuario a nivel mundial. El mismo informe comentó que del total de usuarios activos de Internet, hay unos 4.623 millones que utilizan redes sociales en la actualidad, lo cual representaría el 58,4% de la población del mundo. El tiempo promedio que los usuarios pasan en redes sociales en forma diaria rondaría las 2 horas con 27 minutos siendo la franja etaria que va de los 20 a los 39 años la que más las utiliza.
Los datos anteriores pretenden reflejar la incidencia que Internet está teniendo en nuestro cotidiano vivir y como la “red de redes” ha cambiado sustancialmente todos los ámbitos de la sociedad.
Para quienes nacimos en la era del teléfono de línea y la máquina de escribir, Internet ha sido la apertura a un nuevo mundo, una modificación profunda en nuestras formas de pensar, de actuar, de trabajar, de comprar…y de relacionarnos.
Tomando lo anterior, en el actual contexto socio-cultural de la hiper-conectividad estamos asistiendo a la aparición de nuevas problemáticas vinculares que se presentan de manera inédita en la historia de la humanidad.
En el caso de las relaciones de pareja, es probable que los aspectos comunicacionales, emocionales y contractuales estén cambiando de manera mucho más lenta, mientras que los avances tecnológicos van mucho más rápidos. Con la emergencia de las redes sociales y las nuevas plataformas virtuales, comienzan a surgir nuevos interrogantes respecto de los límites de las parejas y sobre todo a los comportamientos que están permitidos y prohibidos dentro de esta compleja unión.
Específicamente uno de los grandes problemas que ha surgido recientemente con el consumo masivo de Internet y de redes sociales es la “infidelidad virtual”, constituyéndose en un terreno ambiguo, difícil de definir, que genera toda una serie de cuestionamientos teóricos y pragmáticos. 
De hecho, ya definir lo que es “infidelidad” en una relación de pareja es un asunto engorroso, fundamentalmente porque los significados sobre qué comportamientos son propios de una infidelidad varían y están en función tanto de la pareja como del contexto y momento histórico, cultural, familiar, etc. En este sentido, las actitudes y reacciones frente a la infidelidad no son un asunto exclusivo de cada pareja, sino que están atravesados por variables sociales y culturales pertinentes.
¿Existe la infidelidad virtual? ¿Genera las mismas consecuencias en una relación de pareja que la infidelidad presencial? ¿Cuáles son sus principales características? ¿Cómo y de qué manera afecta a una relación de pareja? son solo algunas de las preguntas que han motivado el presente artículo.
Se pretende aquí revisar el concepto de “fidelidad” a fin de poder pensar a la infidelidad virtual como un nuevo fenómeno de época, llevado por el creciente uso de Internet y las redes sociales, a lo cual los profesionales que trabajamos con parejas no podemos dejar de atender, investigar y estudiar.

Una Diosa y un Dios: Significado e Historia Antigua de la Fidelidad

En un sentido etimológico el término fidelidad proviene del latín fidelitas y significa “cualidad relativa a la lealtad o la fe”. Sus componentes léxicos son findes (lealtad), alis (relativo a), más el sufijo -dad (cualidad). (Real Academia Española, 2014).
Se conoce por fidelidad a la actitud de mantener ideas, afectos y obligaciones firmes y constantes. La fidelidad se relaciona con el compromiso y las responsabilidades, es decir, con el cumplir lo que se ha prometido.
La fidelidad se asocia con un sentimiento de lealtad hacia otra persona, figura, idea o creencia. De esta manera podemos ser fieles a nuestras parejas, a nuestra ideología, a nuestra religión, etc. El sentido de fidelidad también se puede extender a una cosa, a una institución o una figura de poder. Vemos entonces que el significado de la palabra fidelidad se relacionaba originalmente con el de lealtad, es decir, con el sentido del deber, del cumplimiento de una obligación.
Otro significado frecuente de la palabra fidelidad se refiere a la exactitud o precisión en la ejecución de una determinada acción (p.ej.: este equipo de audio reproduce sonido de alta fidelidad) De hecho la expresión coloquial Wi-Fi utilizada para designar a la tecnología que permite conectar dispositivos electrónicos a Internet es una abreviatura de las palabras inglesas Wireless Fidelity que traducido al español significa “fidelidad sin cables o inalámbrica”.
También el término fidelidad puede asociarse con la idea de respetar objetos o conceptos en su fuente o versión original (p.ej.: este texto es copia fiel del original).
Haciendo una síntesis de todas estas acepciones podríamos pensar que el concepto “fidelidad”, en definitiva, hace referencia a mantenerse preciso, riguroso y constante a un compromiso original.
La fidelidad es un concepto muy presente en el mundo de las relaciones humanas. Hablamos de la fidelidad de un cliente, la fidelidad de un amigo, la fidelidad de una pareja, etc. En todos los casos estamos queriendo significar por fiel a una persona que se mantiene constante y comprometida con respecto a sentimientos, ideas u obligaciones que asume desde un comienzo o principio.
Podemos entender a la fidelidad, entonces, como la capacidad de dar cumplimiento a las promesas y compromisos. Una persona fiel es una persona leal, en quien se puede confiar y creer, que no engaña ni traiciona a los demás.
La fidelidad como concepto en el campo de las relaciones humanas ha estado presente a lo largo de toda nuestra historia occidental y cristiana.
En la mitología romana encontramos a la diosa Fides como representante de la confianza, la buena fe y el honor. La palabra fidelidad deriva de su nombre. Era su misión supervisar los juramentos y los contratos verbales, y se la invocaba para que inspirara lealtad. Su naturaleza constituía el fundamento de todas las relaciones humanas, asegurando que estaban basadas en la honradez y que se vivirían con fidelidad. Su templo estaba situado en la capital romana, donde se efectuaban todos los tratados oficiales con Estados extranjeros bajo su protección.
También con el término Fides se designaba a una de las tres virtudes cardinales que junto con Pietas y Virtus representaban los valores morales públicos compartidos por toda la sociedad romana.
En definitiva, el término Fides se aplicaba a todo lo relacionado con la buena fe, el honor o la credibilidad en las diferentes relaciones humanas, desde la fidelidad en el matrimonio hasta los acuerdos comerciales o desde las obligaciones que los soldados debían a Roma, hasta inclusive las relaciones estatales con los aliados federados de Roma.
Con el advenimiento del Cristianismo, la idea de fidelidad comenzó a complejizarse. En distintos pasajes del Antiguo Testamento se hace referencia a la particular forma en que Dios le es fiel a su pueblo Israel, siendo éste el fundamento suficiente para su devoción. A modo de ejemplo podemos mencionar algunos versículos bíblicos: “Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios, un Dios fiel: a los que aman y guardan sus preceptos, les mantiene su alianza y su favor por mil generaciones” (Dt. 7:9); “Señor tu misericordia viene del cielo, tu fidelidad llega hasta las nubes” (Sal. 36:6); “Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no te retiraré mi lealtad ni mi alianza de paz vacilará. Dice el Señor que te quiere” (Is. 54:10) (Gryson & Weber,2017)
En el Nuevo Testamento, comienza a aparecer la idea de corresponder a la fidelidad de Dios con la propia fidelidad como creyente. El pago de esta fidelidad a Dios será nada más y nada menos que la vida eterna, máxima promesa del Cristianismo a su seguidores. Algunos pasajes bíblicos que retratan esta noción pueden ser: “Su Señor le dijo: Muy bien, sirviente honrado y cumplidor; haz sido fiel en lo poco, te pongo al frente de lo importante. Entre en la fiesta de tu Señor” (Mt 25:21); “El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho; el que es deshonesto en lo poco, es deshonesto en lo mucho” (Lc. 16:10); “No te asustes por lo que has de padecer; porque el Diablo va a meter en la cárcel a alguno de ustedes y sufrirán durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida” (Ap 2:10) (Gryson & Weber,2017)
Si bien el término “infiel” tiene distintas significaciones en el Nuevo Testamento, será utilizado por los primeros cristianos en su misión evangelizadora para designar a los pueblos que no conocen a Dios, que no aceptan el mensaje del Evangelio o que aún no han sido evangelizados. De esta manera se asoció la idea de paganismo con la idea de infidelidad. Los infieles eran todos aquellos que no creían en el Dios propuesto por el Cristianismo.
Con la llegada de los españoles a América Latina en el siglo XV, esta acepción de infidelidad fue utilizada para justificar el proceso de la conquista y colonización de los pueblos originarios. La designación de los nativos americanos como “infieles” debido a que no profesaban o desconocían la fe católica fue uno de los más importantes argumentos para justificar su aniquilación infame.

De una Infidelidad y de la Muerte no se salva nadie…dicen

Las relaciones extra-diádicas son un fenómeno universal, pudiendo ser permitidas o prohibidas, y consideradas o no como infidelidad, dependiendo del grupo social en el que nos situemos, y sabiendo que las tradiciones socio-culturales inciden en la definición y la actitud de las personas respecto a la infidelidad.
El concepto infidelidad así como los motivos que llevan a ella representan un constructo  socio-cultural diseñado por la pareja, el grupo, la sociedad y el momento histórico, dando por resultado una serie de regulaciones transaccionales que van a afectar y determinar en parte la vida entre los miembros de una pareja.
Para algunas personas mantener relaciones sexuales con alguien que no es la pareja estable es un hecho imperdonable y el ejemplo paradigmático del comportamiento infiel, en tanto que para otras, involucrarse en una relación sexual con un tercero, cuando no hay afectos comprometidos, no supone ninguna amenaza a la continuidad de la relación. Así mismo, el pensar en otra persona como objeto amoroso puede ser, para algunos, un acto de infidelidad imperdonable, en tanto que para otros, constituye solo una transgresión insignificante, mientras esto no se traduzca en actos concretos.
Vemos así que el significado del término infidelidad no es unívoco ni cerrado, sino que soporta distintos usos y aplicaciones. Todo va a depender de quien, de como y de cuando se utilice. No obstante ello, encontramos algunas definiciones formales de lo que es infidelidad en el campo de las ciencias humanas.
Para Afifi, Falato y Weiner (2001) la infidelidad queda conceptualizada como “la conducta romántica y sexual que se da fuera de una relación convenida de pareja entre miembros casados o no y que cohabitan o no, y quienes tienen una expectativa de mantener una relación formal con exclusividad sexual en sus relaciones iniciales”.
En relación a este tema, Pittman (2003) va a entender a la infidelidad “como una defraudación, la traición a una relación, la violación de un convenio”.
García, Guzmán y Jara (2017) van a definir a la infidelidad como “la ruptura de un pacto implícito y/o explícito de una pareja que establece los límites del comportamiento sexual o emocional con una tercera persona”. Como este pacto implica compromiso, lealtad y confianza, su ruptura puede tener consecuencias adversas, que conducen al término de la relación, o a la mantención de una relación disfuncional basada en la desconfianza, la amenaza y el control del comportamiento del infiel.
En todas estas definiciones vemos que a la infidelidad se la comprende como la transgresión de un pacto implícito o explícito respecto a los límites del comportamiento con terceras personas dentro de la díada conyugal. Por ende, lo que constituye una infidelidad es una co-construcción de los miembros de una pareja válida para ellos en ese contexto y en ese momento, sin que necesariamente sea compartido por otros o por ellos mismos en un momento distinto de la relación. Aun así, persiste la dificultad de que, en cuanto regla implícita, signifique cosas diferentes para ambos miembros de la pareja, generando malentendidos y conflictos que pueden terminar siendo irreconciliables.
De este modo se puede entender a la infidelidad como el comportamiento que transgrede los acuerdos establecidos por la pareja primaria.  Dicho comportamiento puede ser ejercido por uno o ambos miembros de la pareja, como recurso alternativo de satisfactores eróticos y emocionales con un tercero, y que se guarda en secreto. 
Respecto de como está configurada una infidelidad, Perel (2020) afirma que se forma a partir de tres elementos: 1) el secretismo, principal ingrediente de la infidelidad, pues la relación externa se vive a la sombra de la relación primaria; 2) el involucramiento emocional, que siempre estará presente debido a que aunque sea solo sexo se requiere de cierta energía emocional y 3) la alquimia sexual entre el infiel y el tercero, donde reside lo erótico, aquello que se crea en la imaginación y en los sentidos y abarca más que solo lo estrictamente sexual.
Si ensayamos una clasificación de las infidelidades, en términos generales, es posible pensar en dos tipos de infidelidad: 1) la infidelidad sexual y 2) la infidelidad emocional. La primera hace referencia a la actividad sexual con otra persona ajena a la pareja estable. La segunda ocurre cuando uno de los miembros de la relación mantiene un vínculo emocional o de amor con alguien diferente.
Posiblemente dentro de la categoría de las infidelidades emocionales podría ubicarse a la situación de una infidelidad virtual.

De Caballeros, Burgueses y Revolucionarios: La Fidelidad en la Modernidad

Si bien la fidelidad es un elemento presente en las relaciones de pareja desde hace siglos, y sobre todo desde su concepción como un deber en el matrimonio cristiano desde sus orígenes, podría pensarse que es con el llamado “Amor Romántico” en donde logra su mejor versión.
La socióloga Stephanie Coontz (2006) realizará un interesante recorrido histórico sobre el matrimonio, comenzando desde la más remota antigüedad hasta nuestros días. Tomando como referencia a esta autora, es posible proponer la siguiente línea del tiempo para analizar el surgimiento y precedentes del Amor Romántico a fin de poder seguir ahondando en el concepto de fidelidad.
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Si bien la fidelidad es un elemento presente en las relaciones de pareja desde hace siglos, y sobre todo desde su concepción como un deber en el matrimonio cristiano desde sus orígenes, podría pensarse que es con el llamado “Amor Romántico” en donde logra su mejor versión. 

La socióloga Stephanie Coontz (2006) realizará un interesante recorrido histórico sobre el matrimonio, comenzando desde la más remota antigüedad hasta nuestros días. Tomando como referencia a esta autora, es posible proponer la siguiente línea del tiempo para analizar el surgimiento y precedentes del Amor Romántico a fin de poder seguir ahondando en el concepto de fidelidad. 

El Amor Romántico surgió a finales del siglo XVIII, a consecuencia de los profundos cambios sociales y culturales ocasionados principalmente por la Revolución Francesa. A partir de ese momento amor, pasión, encuentro sexual y libertad de elección de pareja se amalgamaron y las ataduras a las antiguas reglas se fueron transformando. 

El Amor Romántico (y junto con él la noción de fidelidad) va a tener distintos antecedentes históricos que se suceden hasta nuestros días en algunas de sus formas. Entre otros, podríamos mencionar los siguientes.

En la Edad Media existían tres clases sociales bien diferenciadas: la nobleza, el clero y el pueblo. La nobleza se componía de caballeros, señores feudales y damas. Es en este contexto en donde surgió en la Francia del siglo XI el llamado “Amor Cortés”. Se trataba de un amor lleno de pasión donde un caballero trataba de conquistar a una bella y joven dama, por lo general esposa de un señor feudal. 

En teoría (y solo en teoría) este tipo de amor nunca llegaba a consumarse, nunca llegaba a ser carnal y el sufrimiento por la no consumación del amor llevaba a un trágico final del mismo. El caballero enamorado estaba dispuesto a cualquier tipo de sacrificio o renuncia, si ello servía para contentar a su dama, disponiendo de la voluntad de aceptarlo todo y entregarse totalmente a él. Necesitaba para ello, una gran dosis de paciencia y de sufrimiento, unido a la realización de grandes hazañas. 

En los hechos concretos, el Amor Cortés era secreto y entre los miembros de la nobleza. Dado que los matrimonios eran arreglados entre las familias y se realizaban por conveniencia, el Amor Cortés no era un amor bendecido por el sacramento del matrimonio, en el seno de parejas formales, sino que, en la gran mayoría de los casos, era adúltero, prohibido y bastante clandestino, por cierto. 

Juglares y trovadores supieron ganarse la vida yendo de palacio en palacio para divertir a las clases VIP de aquella época contando y cantando estas historias que describían las bondades y desdichas de un amor imposible entre una mujer casada y un caballero soltero. 

El Amor Cortés es la base de la concepción del amor en la Modernidad. Desgraciadamente su principal aporte tiene que ver con una concepción dolorosa y sufriente del amor lo cual ha teñido el pensamiento y los sentimientos de muchas generaciones durante siglos. Aquí hay una idea sacrificial del amor, en donde se sostiene que el verdadero amor “duele”. La obra de Romeo y Julieta escrita por un tal William Shakespeare (2016), retrataría a la perfección este tipo de amor.

Claramente en estas épocas, la noción de un amor sublimado (dicho esto por su falta de consumación carnal) permitía justificar todo tipo de infidelidades entre vasallos y nobles damas. Este sería el comienzo de la errónea concepción que afirma que “si no hay contacto carnal no hay infidelidad”, la cual podría haber sobrevivido hasta nuestros días. Como veremos más adelante, cualquier parecido con la infidelidad virtual de nuestra época…no es mera casualidad precisamente. 

Otra forma histórica que adoptó el amor es el llamado “Amor Burgués”, el cual significó una revolución en las pautas de relación entre mujeres y hombres en la Europa de los siglos XIII, XIV y XV, vinculado al surgimiento y a la expansión de la cultura burguesa. A diferencia del amor cristiano, que separó el cuerpo del espíritu, el amor burgués unió el amor espiritual y el amor carnal. Lo sorprendente es que este importantísimo cambio también se iba a dar dentro de la misma cultura cristiana.

A partir de esta época se empezó a entender que también en el matrimonio debía estar presente el amor. Antes del Amor Burgués, el matrimonio no estaba ligado ni al amor erótico ni al amor espiritual. Las personas se casaban sin amarse. Llegaban al matrimonio por arreglos familiares o por conveniencia social. Nadie esperaba que los esposos se amaran. Lo más que se pensaba era que con el tiempo se irían acostumbrando el uno al otro. 

Como la relación matrimonial estaba muy normada (la mujer debía obediencia al esposo, el esposo debía protección a la esposa), la subjetividad individual no significaba nada en las relaciones. 

Antes del Amor Burgués, el amor se dejaba para relaciones eventuales fuera del matrimonio y, desde luego, con “malas mujeres”, mujeres que no se casaban para dedicarse a garantizar erotismo a los hombres. Cuando apareció el Amor Burgués, las formas de vinculación cambiaron y se estableció que el amor, el erotismo y la sexualidad debían estar unidos. Más aún, que se debía buscar y encontrar a una persona para amarla toda la vida. Juntar en una misma relación la pasión erótica, la pasión espiritual y la convivencia es el modelo de amor que generó la cultura burguesa.

El amor se volvió el núcleo de las relaciones de pareja, de las relaciones sexuales, y también de la familia. Todo quedó articulado por el amor de dos personas. La pareja y la estabilidad familiar dependían de esas dos personas, que deberían amarse toda la vida siendo pareja sexual. Éste es el modelo ideal del Amor Burgués. 

La sociedad burguesa fomentaba otra característica interesante del amor: la comprensión entre los cónyuges. Esta noción de comprensión surge como un valor del amor y llega hasta nuestros días. En ese entonces nadie esperaba que las mujeres comprendieran a los hombres ni que los hombres comprendieran a las mujeres. La comprensión en las parejas fue una invención muy importante de la modernidad burguesa. 

El Amor Burgués quizás sea el primer gran antecedente de lo que es la concepción de la fidelidad como un compromiso amplio y abarcativo de distintas dimensiones de la pareja, en donde no tan solo lo sexual, sino también lo económico, lo social, lo familiar, iban a ser tenidas en cuenta. 

Durante el siglo XIX, Inglaterra experimentó un gran progreso científico y tecnológico, dando lugar a lo que se conocería como la época victoriana en honor a la Reina Victoria que gobernó ese país por más de 60 años. Comenzó a aparecer una nueva concepción del amor, por muchos autores denominado “Amor Victoriano”. 

En esta época los sentimientos y afectos gozaban de malas reputaciones, tanto positivas como negativas, ya que se hallaban reservados para la intimidad y la privacidad. Esta etapa estaría marcada por un puritanismo exagerado y una tremenda represión sexual, ubicando a las mujeres como responsable de todos los males sociales de la época.

Las mujeres se consagraban como madres y esposas obedientes, puras, abnegadas, domésticas, conservadoras y religiosas. La virtud de las mujeres victorianas era demostrar frigidez, debido a que la maternidad no debía mezclarse con el sexo. 

La sociedad en la época victoriana estaba exacerbada de moralismos y disciplina, con rígidos prejuicios y severas interdicciones. Conformada por una doble moral, por un lado, aparecía una moralidad y sexualidad pública muy estricta, basada en valores profundamente conservadores y en donde existía un desprecio al sexo como una forma de placer. Por otro lado, el ámbito privado era todo lo contrario, presentándose una sexualidad promiscua y alocada, donde la promiscuidad, la pedofilia, la prostitución y el adulterio era algo habitual.

Deducimos rápidamente que el deber de fidelidad les cabía pura y exclusivamente a las mujeres casadas, dado que en el caso de los hombres había cierta legitimación social para disponer libremente de su sexualidad con amantes y prostitutas.

Con el ascenso de las mujeres en el plano educativo y su ingreso en la fuerza laboral, se debilitaron las formas tradicionales del amor y surgió el modelo de Amor Romántico. Así comenzaron a modificarse las costumbres sexuales registrándose un incremento de la presión que buscaba lograr la igualdad entre hombres y mujeres en la esfera pública.

Lo más trascendental del Amor Romántico, y que marcó una diferencia profunda con respecto a las anteriores concepciones del amor, es que posibilitó la libertad de elegir a la pareja. Hasta el momento y durante buena parte de la historia de Occidente, los matrimonios eran elegidos por conveniencia o arreglos sociales entre los padres de los cónyuges, lo cual era más cercano a una transacción comercial que a un vínculo amoroso. 

Surgido alrededor del siglo XVIII, el Amor Romántico fue toda una sublevación en el mundo de las relaciones de pareja, debido a que antes el sexo era una cosa y los matrimonios otra. Con esta revolución se consiguió juntar estos dos conceptos. Aunque esta unión de lo sexual con la pareja ya se venía gestando desde el Amor Burgués, es el Amor Romántico en donde finalmente se formaliza. 

Dentro del imaginario social se fueron asociando a dicho tipo de amor algunos conceptos, como por ejemplo la idealización del ser amado, la devoción, la entrega absoluta a un otro y, en muchos casos, el sufrimiento por no ser correspondido.

El Amor Romántico va a tomar como máxima referencia cultural al famoso Mito del Andrógino que aparece en el Banquete de Platón (2013), y más concretamente en el Discurso de Aristófanes. 

En este mito se expone que, en la antigüedad, la humanidad se dividía en tres géneros, el masculino, el femenino, y el andrógino (del griego Andros-Hombre y Gino-Mujer). Los seres que pertenecían a esta última clase eran redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y, por supuesto dos órganos sexuales. Estaban unidos por el vientre. Eran seres tan terribles por su vigor y fuerza que se sintieron suficientemente poderosos para atentar contra los dioses. Puesto que Zeus no podía destruir la raza humana, dado que ésta era la que adoraba a los dioses, los castigó partiéndolos por la mitad. El Amor desde tiempos inmemoriales sería aquella emoción que trata de unirlos, de manera que, cuando se encuentran se unen de tal forma que es para toda la vida, tratando cada uno de reunirse y fundirse con el amado y convertirse de dos seres en uno solo, de manera que tan solo podría alcanzar la felicidad nuestra especie cuando se dé el tiempo en que la mitad de la Humanidad se encuentre con su otra mitad. Según este mito, vamos en búsqueda de otra persona para sentirnos “completos”, como un intento de recuperar nuestra antigua naturaleza humana. El amor es una eterna persecución de dos almas divididas, la cual permanecerá inmutable por toda la eternidad. Este Mito es sin duda el fundamento cultural e histórico de lo que comprendemos como el Amor Romántico y que va a definir en buena parte lo que hoy conocemos y entendemos como fidelidad en una pareja. 

Si hay un tipo de amor que define a la Modernidad, sin duda es el Amor Romántico. Como cualquier concepción del amor va a estar asentado sobre distintos mitos o creencias que van a moldear comportamientos e interacciones sociales. 

Tomando como referencia a Bosch et al. (2007), podemos encontrar, entre otros, los siguientes mitos en el Amor Romántico: 

  • Mito de la Media Naranja: creencia de que elegimos a la pareja que teníamos predestinada de algún modo y que ha sido la única o la mejor elección posible. También denominado como el Mito de las Almas Gemelas, sostiene que hay personas con las que se guarda una química íntima, especial y única.
  • Mito del Emparejamiento o de la Pareja: creencia en que la pareja (heterosexual) es algo que se da de manera natural y universal y en que la monogamia amorosa está presente en todas las épocas y todas las culturas.
  • Mito de la Exclusividad: creencia de que no es posible estar enamorado/a de dos personas a la vez. Este mito se encuentra directamente relacionado con la fidelidad en la pareja que pertenece al siguiente mito.
  • Mito de la Fidelidad, o creencia en que todos los deseos pasionales, románticos y eróticos deben satisfacerse únicamente con una persona, la propia pareja, si es que se ama de verdad. Es uno de los mitos que categoriza al amor como posesión y exclusividad, teniendo diferentes juicios para hombres y para mujeres, siendo las mujeres más románticas, es más importante la fidelidad en una relación para ellas.
  • Mito del Matrimonio o de la Convivencia: creencia en que el amor romántico-pasional debe conducir a la unión estable de la pareja y constituirse en la única base de la convivencia de la pareja, representada por la institución del matrimonio, además, del amor romántico, también la satisfacción sexual debe darse en el matrimonio. Este mito tiene un poder muy importante, la Iglesia a través del sacramento matrimonial presenta el matrimonio como un vínculo sagrado, donde lo erótico, era penado por la Iglesia y las relaciones sexuales fuera de los fines reproductivos eran cruelmente señaladas.

En este sentido podemos pensar al Amor Romántico como un constructo socio-cultural, sostenido por distintos mitos, siendo de suma importancia en la organización y la estructura de las relaciones interpersonales, en la configuración de las instituciones públicas y privadas, y en su capacidad y funcionalidad como regulador social.

Muchos de los elementos que caracterizan al Amor Romántico perduran hasta nuestros días, estando muy presentes en el imaginario social y participando en el proceso de elección y construcción de las relaciones de pareja. La comprensión de lo que significa el Amor Romántico va a ser clave para entender los conceptos de fidelidad e infidelidad en la época actual.  

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Nada tan líquido como el Amor: Fidelidad y Posmodernidad

Para describir, explicar y comprender las transformaciones sociales y culturales por las que atraviesan las sociedades occidentales en nuestra época, muchos autores van a apelar al término Posmodernidad.
A pesar de ser un concepto todavía vago e impreciso, el concepto de Posmodernidad es utilizado para designar un conjunto de fenómenos propios de nuestros días que van a tener lugar a nivel social, político, económico y subjetivo y que van a contraponerse a las seguridades provistas por la Modernidad. Se basa en un escepticismo generalizado, cuestionándose lo planteado desde la razón y priorizando la subjetividad y la idea de lo relativo.
Surgió, en gran parte, como una reacción contra el movimiento moderno que tuvo lugar entre los siglos XVII y XIX, al sostener que falló con la puesta en práctica de sus ideas basadas en la formalidad y en un futuro prometedor. En este sentido la Posmodernidad es un movimiento cultural que prioriza el individualismo, el culto a las formas y la idea del presente, ante un futuro desalentador.
La Modernidad se caracterizaba por la racionalidad, la uniformidad, la organización y la idea de que existe una única verdad absoluta. La Posmodernidad defiende la diversidad y posibilidad de que todos los individuos piensen de diferente manera, la existencia del caos y del conflicto como un estado viable, la aceptación de que no existen verdades absolutas con blancos y negros, sino con cientos de grises o matices.
La Posmodernidad se caracteriza fundamentalmente por una actitud individualista y desinteresada respecto de lo social, en donde aparece un rechazo manifiesto al cumplimiento de las normas tradicionales. A esto se le suma la idea de que la realidad es una construcción conceptual y no existe una realidad objetiva natural independiente del ser humano y de la vida en sociedad.
La Posmodernidad se propagó en un mundo globalizado, es decir, en el que la economía, la política, la tecnología y lo social se desarrollaron de manera interrelacionada a través de todo el planeta. En este mundo globalizado, tanto las utopías y la fascinación por el futuro incierto, como la valoración del pasado y de la historia, quedan en un segundo lugar. Aquí lo primordial es el presente.
El ser posmoderno se define como desilusionado, alejado de la promesa de progreso y entregado a un sistema de consumo instantáneo como búsqueda de placer y satisfacción. El foco del poder se centra en la industria del consumo de la que forman parte, también, los medios de comunicación y las redes sociales.
En este contexto Pedroza Flores (2015) va a afirmar que las relaciones de pareja han sido muy influenciadas por la Posmodernidad, y en donde la seguridad de la monogamia ha perdido terreno ante la inmediatez de la gratificación sensual, producto del hedonismo, el narcisismo y el individualismo, trastocándose los mitos de la monogamia y de lo masculino y femenino.
La sociedad posmoderna se la puede definir como hedonista, hiper-individualista y con identidades movedizas. Es hedonista porque el placer y el goce en la vida están atados a los deseos; hiper-individualista porque se caracteriza por la apatía y la indiferencia; y movediza, porque cambia la identidad constantemente a partir de la volatilidad del deseo.
El síntoma es el vacío en la relación amorosa, la existencia de relaciones de pareja que viven al día con menos compromisos a largo plazo y con mayor atención a sus propias necesidades, en la búsqueda de autosatisfacerse en los planos profesional, social, afectivo y amoroso.
Bauman (2005) acuñará el término “amor líquido” para referirse a la superficialidad de las relaciones sentimentales y a la fragilidad de las raíces emocionales que tendemos a establecer en esta época. El objetivo de este tipo de amor es poder mantenerse en constante cambio sin contar con relaciones que nos aten. Este concepto no solo describe las relaciones con los demás, sino que también destacaba la liquidez del amor con nosotros mismos.
Para Velazquez Camelo (2021) el amor líquido en las relaciones de pareja ha configurado, en la actualidad, la forma en que se gestan y se mantienen los lazos afectivos, es decir, se huye al compromiso para siempre, se prolifera en el ambiente social la cultura del descarte y no se quiere aceptar las crisis y dificultades de los vínculos amorosos. Esto se debe al impacto ideológico y social de la cultura del descarte, de la cultura de la virtualidad real, la globalización, la manipulación tecnocrática, la sociedad de consumo y de los diversos sistemas de creencias que configuran el complejo entramado social contemporáneo que han diluido el amor.
Estos cambios producirán lo que el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky (1994) denomina un “Nuevo Orden Amoroso” en el que las relaciones amorosas carecen de enlaces duraderos: los individuos buscan la satisfacción casi instantánea de las necesidades desarrollando relaciones con escaso nivel de compromiso de manera que, en cuanto el fuego se apaga, rompen con el vínculo sin volver la vista atrás en busca del siguiente chute de sentimiento.
Al mismo tiempo, la ausencia de compromiso y la superficialidad de los vínculos provocan en el sujeto posmodernista una sensación de vacío muy intensa ligada a un incremento de la demanda afectiva. De esta forma, la persona buscará una relación intensa llena de contradicción en la que pueda llenar su vacío vincular al mismo tiempo que no implique intimidad, compromiso ni estabilidad para poder desarrollarse individualmente.
La infidelidad aparece entonces como solución a esta falta de concordancia entre la mitad que quiere volar libre y la mitad que busca lo seguro. Las relaciones humanas pueden tomarse entonces como conexiones que conforman una red integrada de redes en las que hombres y mujeres desean estar conectados para poder conectarse a la vez que existe la constante posibilidad de la desconexión sin compromisos, confusiones o malestares.
De todos modos, la fidelidad aún hoy se toma como un valor positivo debido al deseo de seguridad y estabilidad emocional en sociedades cada vez más móviles e invertebradas en el ámbito de las relaciones afectivas. La fidelidad sigue siendo un deseo del ser individualista y narcisista. No obstante, en las sociedades posmodernas se ha desarrollado el cortoplacismo como paradigma relacional en la forma que se acepta la disolución del vínculo de pareja antes pensado para toda la vida.
En otras palabras, se ha sustituido el “hasta que la muerte nos separe” por “hasta que dure el amor “. Esto ha llevado a la desaparición de la idea de la “fidelidad eterna” propia de la sociedad burguesa para pasar a valorar la “fidelidad únicamente durante el tiempo en el que se ama”.

“Pero ni siquiera nos conocemos en persona”: La Infidelidad en tiempos de Whatsapp

El acceso a los medios digitales en los intercambios sociales cotidianos, en particular la comunicación vía celular, ha posibilitado la emergencia de experiencias de infidelidad a través de mediaciones tecnológicas y plataformas de Internet. Por medio de distintos canales de comunicación, públicos o privados, móviles o fijos, la socialidad digital favorece un contacto frecuente entre las personas, proveyendo también de nuevos recursos.
Podría definirse a la infidelidad cibernética o virtual como la situación en donde, a través de algún medio digital, una persona contacta a otra, ajena a la relación de pareja, de forma oculta y sin el consentimiento del otro integrante de la pareja, convirtiéndola en objeto del deseo sexual o amoroso y manteniendo con esta nueva persona una relación o diferentes encuentros a través del mundo cibernético.
En muchas ocasiones, comienzan como un juego inofensivo y terminan siendo mucho más que eso. Es importante recalcar que este tipo de encuentros no necesariamente se llegan a presentar en el plano físico y muchas veces solo se quedan en el terreno de lo virtual, pero eso no hace que la conexión sea menos poderosa. Es más, podría incluso darse una relación entre dos personas que nunca lleguen a conocerse o a tener un encuentro sexual real.
Debido al avance de la tecnología ahora es posible hacer desaparecer mensajes, audios, vídeos y fotografías enviadas sin dejar rastro alguno. Esto ha abierto nuevas posibilidades para la infidelidad. Se dice que ahí donde hay una necesidad humana…hay un gran negocio. Los desarrolladores de aplicaciones se han puesto cada vez más creativos a la hora de facilitarle la vida al infiel digital. Algunas apps que todo engañador cibernético debería descargar en su celular podrían ser: Tiger Text (es una aplicación que permite controlar la duración de cada mensaje, el usuario elije el tiempo de vida en todos los dispositivos), Vault (permite esconder fotos, mensajes y videos comprometidos en el celular), Private Message Box (deriva los mensajes de la pareja infiel a una carpeta oculta a la que solo se accede con un pin), My Black Book (borra de manera automática el registro de mensajes y llamadas de una persona específica). Y la lista continua.
Es importante poner el tema de las infidelidades virtuales en contexto. Hablamos de este tipo de infidelidades porque son un problema cada vez más común, que además se encuentra en un terreno híbrido que nos llena de ambigüedades y nos cuesta definir con claridad.
Se podría afirmar que “la infidelidad digital es infidelidad” basándose en el hecho de que se rompe un acuerdo establecido implícita o explícitamente por la pareja. Esta es la razón fundamental de porque la consideramos infidelidad, es decir, el pacto que establece la pareja sobre los comportamientos permitidos/prohibidos es quebrantado. Esto se presentará toda vez que uno de los miembros de la relación, de manera deshonesta, realice comportamientos propios de un infiel como por ejemplo comenzar a esconder y ocultar mensajes o fotografías que se sabe que son incorrectos y que resultan estar fuera de lo acordado. 
Se hace complejo, por momentos, fundamentar la infidelidad virtual debido a que el romance se produce en un plano virtual, lo que deja confuso y poco claro si se constituye como un hecho real o no. De hecho, los infieles digitales apelan muchas veces al argumento de que solo se trataba de un juego ficticio que no era real, argumentando que nunca existió contacto físico. He aquí un resabio del Amor Cortés del cual hablábamos anteriormente.
Ahora bien, una de las pruebas más contundentes sobre la existencia de la infidelidad virtual es que produce consecuencias tan reales, manifiestas y concretas en la relación de pareja como una infidelidad presencial.  En muchos casos, los sentimientos que se movilizan son los mismos que en la infidelidad presencial. Pueden aparecer el mismo tipo de pensamientos y emociones que se generan en cualquier relación que se establece y esto ocurre porque en las relaciones virtuales se incluyen también el establecimiento del secreto y la fantasía, se experimentan diferentes emociones como la alegría, el enojo, la rabia y la tristeza, se puede experimentar entusiasmo, vivenciar frustraciones, se puede más fácilmente idealizar al otro y sentir enamoramiento por él.

Conclusiones

Aunque la infidelidad virtual es un fenómeno novedoso y todavía muy poco estudiado se podría afirmar que su existencia genera consecuencias psicológicas muy similares a la infidelidad presencial. La aparición de sentimientos de tristeza, angustia, enojo y la idea de traición a las reglas de juego establecidas en la relación, aparecen decididamente en la persona víctima de una infidelidad.

Se podría considerar, entonces, a la infidelidad virtual como un tipo específico de infidelidad caracterizado por el contacto con una tercera persona ajena la relación de pareja a través de medios digitales por parte de uno de sus integrantes, sin consentimiento o conocimiento de la otra.

Desde luego, y al igual que ocurre en la infidelidad presencial, el impacto que tenga una infidelidad virtual en una relación de pareja dependerá de las expectativas y acuerdos previos que ésta tenga.

Muy posiblemente, haya una correlación positiva entre el incremento de usuarios de redes sociales y el incremento de casos de infidelidad virtual, lo cual podría conducir a un cambio cualitativo en cuanto a la definición de infidelidad, de modo que habría que repensar sus criterios de inclusión y exclusión de esta categoría.

Las infidelidades virtuales representan todo un desafío para los profesionales en salud mental que trabajamos con parejas, debiendo comenzar a estudiar este fenómeno a fin de poder determinar con mayor rigurosidad sus características, modalidades y consecuencias. Probablemente esto nos conduzca a repensar y/o ampliar nuestras concepciones sobre la fidelidad e infidelidad.

Mauricio Fracapani. Psicólogo. Magister en Psicoterapia Sistémica.
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