como para postular que lisa y llanamente esa “realidad” se “proyecta” o se “representa” en nuestras mentes. Las “ideas”, entendidas como reflejos internos de una “realidad” entendida como un mundo externo a nosotros, no le satisface en absoluto.
Para él, dicha “realidad”, no es sino una red muy compleja de relaciones, procesos, y también extrañas y paradojales interconexiones de diferentes planos, niveles y componentes, entre los cuales –evidentemente– nosotros estamos también comprendidos: Y desde luego que ese “estar comprendidos” es bastante más complejo que el hecho de ser simples observadores externos y pasivos de dicha “realidad”.
En esta línea, Bateson (1985) explicó un aspecto epistemológico central para comprender la realidad:
[…] “La idea central es que nosotros creamos el mundo que percibimos, no porque no exista una realidad fuera de nuestras cabezas, sino porque nosotros seleccionamos y remodelamos la realidad que vemos para conformarla a nuestras creencias acerca de la clase del mundo en el que vivimos.
Para que una persona cambie sus percepciones básicas, las que determinan sus creencias —lo que denomino sus premisas epistemológicas— tiene que tomar primero conciencia de que la realidad no es necesariamente lo que él cree que es”. […]
[…] “Los "datos" de la realidad no son sucesos u objetos, sino siempre registros o descripciones o recuerdos de sucesos u objetos. Siempre hay una transformación o recodificación del suceso bruto, la que se produce entre el hombre de ciencia y su objeto. En sentido estricto, pues, ningún dato es verdaderamente "bruto", y todo registro ha sido, de una manera u otra, sometido a una remodelación y transformación, sea por el hombre o por sus instrumentos”. […]
El corolario de dicha afirmación significa entonces que nuestra relación con dicha “realidad” es mucho más sofisticada que un mero aceptar y creer que hacemos como una “representación interna” de ella. Categóricamente –y hoy lo sabemos– eso no pasa de ese modo; en esa “realidad”, nosotros estamos enredados: los humanos somos seres en-red-dados. Y asumir ello -de un modo profundo y experiencial no puede tener sino consecuencias radicales en el modo de “sentir (nos) en el mundo”.
Una de las ideas centrales de la epistemología de Gregory Bateson tratada por Lipset (1980) es el postulado de la estructura de la mente y de la naturaleza, ambas reflejos la una de la otra. Aquí Bateson postula que la “evolución” no es sino el proceso por el cual la naturaleza “aprende” y el determinismo mental, pensaba, se manifestaba particularmente en la Naturaleza.
Es decir, la mente y la naturaleza constituyen necesariamente una unidad (Bateson, 1981) que funciona fijando límites a la conciencia (Lipset, 1980). El hecho de saber si la información procesada a través de la conciencia se puede considerar adecuada y es apropiada para la labor de la adaptación humana, consisten, para el individuo y la sociedad, en la combinación integrada de tres sistemas autocorrectivos - el individual, el social y el ecológico dentro del marco ecológico. Todo sistema actúa destructiva y “autocorrectivamente”. La mente para Bateson (1985) era inherente a estos sistemas naturales que dan cabida a la “complejidad adecuada siempre que se presente esa complejidad”.
La definición que daba de la mente, era sinónimo de la organización de un circuito cibernético (Lipset, 1980). Con el libro “Pasos hacia una Ecología de la Mente” se deseaba estimular investigaciones para colocar el empirismo dentro de la cibernética y de los paradigmas evolutivos.
Analizó entonces, desde un punto de vista evolucionista, los cambios que puede sufrir la sociedad a partir del comportamiento y conductas humanas; confrontó las dimensiones pasional e intuitiva del ser humano con la lucha de contrarios que subyacen a la vida de éste (orden-conflicto, estabilidad-cambio, bien-mal) apareciendo la comunicación como un fenómeno fundamental de la evolución. Sostenía que el dilema del hombre occidental - que lucha por controlar y destruir la Naturaleza - era reflejo del ascenso del egoísmo del hombre moderno hacia el ambiente (Lipset, 1980).
Desde esta perspectiva, el concepto de hombre no aparece principalmente como un mecanismo fisiológico, ni siquiera como una criatura dotada de impulsos instintivos y patrones innatos de respuesta. Lipset (1980), sostiene que el ser humano es ante todo una criatura que aprende, que posee la habilidad de aprender y esas formas, es lo que le permite influir.
Siguiendo la mirada del hombre y a su vasto espectro del pensamiento batesoniano, es necesario un punto aparte a la ciencia de la comunicación concebida como una ciencia inmaterial de la mente (Lipset, 1980). Para Bateson (1985) el concepto de comunicación incluía todos los procesos a través de los cuales una persona influía en otra u otras, lo que quiere decir que para él la comunicación, y no otra cosa, era lo que hacía posible las relaciones humanas.
Haciendo alusión a las ciencias sociales, es interesante participar a Follari (2000), en su aporte sostiene que todas las ciencias son una producción social, un producto de la acción social. En divergencia, por quienes estudian las ciencias físico-naturales que creen ver directamente la realidad sin advertir los parámetros de interpretación socialmente adquiridos.
En relación a esto, Dilthey planteó la idea de comprensión, como alternativa a la explicación de las ciencias físico-naturales. Se trataría no ya de especificar con proceso de observación externa cuales son las leyes causales que dan razón de un hecho, sino de interpretar que pasó por la mente del que lo realizó y obró como motivo consciente que lo llevó a realizarlo. Emilio Durkheim alrededor de 1900 en Francia convenció mayoritariamente a las comunidades científicas de la época que la sociología podía ser ciencia. El estableció que pensamos y hacemos según corresponde al estamento social que pertenecemos. Estableció, además, la posibilidad de estudiar causas que resulten ajenas a la percepción del sujeto que actúa (Follari, 2000).
Cuando se habla de epistemología francesa, se piensa en Pierre Bordieu citado en Gracia (2000), pero no se puede dejar de destacar la influencia de la figura de Gastón Bachelard. Bachelard, quería ampliar el marco y la estructura de la razón, revalorizando la capacidad de abstracción del pensamiento. Caracterizó el pensamiento científico como un encandenamiento de errores (obstáculos) rectificados. Esta rectificación se hace posible gracias a la vigilancia epistemológica realizada por el investigador. Tanto la captación del obstáculo como la vigilancia son posibles gracias a un nuevo tipo de racionalismo, al cual denominó racionalismo aplicado.
La frase de Bachelard “el hecho científico se conquista, construye, comprueba” es retomoda por Bourdieu como los momentos que debe atravesar la epistemología de las ciencias sociales: ruptura con los obstáculos (conquista del objeto), construcción del objeto y racionalismo aplicado (comprobación). El racionalismo aplicado rompe con la epistemología espontánea, básicamente cuando invierte la relación entre teoría y experiencia. La observación, por ejemplo, que para el positivismo es un mero registro de datos que no implica supuesto teórico alguno, se torna científica cuando es consciente de la teoría que la sostiene. Bourdieu insiste en la inutilidad de una observación que no se realice dentro de un marco teórico, en la inoperancia de un dato suelto, de uno dato que no forma parte de una teoría (Gracia, 2000).